Celtis Australis
Cuando no puedo dormirme, acudo a un par de trucos para intentar conciliar el sueño. Uno de ellos es evocar imágenes agradables, que me transporten a lugares bellos y tranquilos. Son normalmente imágenes recurrentes, que a fuerza de imaginar puedo dibujar mentalmente con detalle. Una de las imágenes que más me calman es la de un viejo árbol, en concreto un Almez o Lledoner como lo llamamos aquí. Con copas tan frondosas y anchas que parece que te vayan a abrazar. Su presencia me calma. También me lo imagino en invierno, despojado de sus hojas, filtrando la luz fría de enero. Su imagen me llena de fuerza, hace que me sienta reconfortado y humilde. Dicen que en Mallorca, cuando nacía el primogénito de una casa se plantaba uno de estos árboles de hoja caduca frente al hogar. Es posible verlos todavía en viejas posesiones y casas de campo. Es un ser vivo que ha sobrevivido a su hermano humano, y que de alguna forma sigue estando allí por él; mirando por él, sintiendo por él; como u